viernes, 4 de enero de 2013

Objetivo 2014



El pasado mes de noviembre, la OCDE (la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), vaticinó que la economía española registrará en 2013 una contracción del 1,4% como consecuencia de las medidas de austeridad y recorte puestas en marcha por el gobierno, y que la tasa de paro se situará en un 26,9%, es decir, el próximo año va camino de ser el más duro y cruento de la actual crisis económica.

¿Verdaderamente la situación es todavía susceptible de empeorar? ¿Aún no hemos tocado fondo? Parece que el pretendido ajuste laboral, propiciado por una reforma legislativa que abarata y facilita el despido por causas económicas, está próximo a finalizarse en el sector privado, aunque no está sino comenzando a aplicarse en el sector público. Quiere esto decir que, tal y como pronosticaba la citada organización internacional, el próximo 2013 va a ser un año eminentemente destructor de empleo.

Sin duda alguna, este panorama es tremendamente desesperanzador, sobre todo, porque no se vislumbran por parte de nuestros gobernantes políticas y medidas incentivadoras de la contratación y de la reactivación de la economía española. Mas bien todo lo contrario, todas las políticas van encaminadas al recorte de los servicios y prestaciones básicas, a la reducción del salario de los empleados públicos, al saneamiento del sistema bancario (el principal responsable de que nos encontremos en esta situación), y a aumentar la carga impositiva sin respetar el principio de progresividad que propugna el art. 31 de nuestra Constitución. Esto viene a traducirse en un aumento de los impuestos indirectos en detrimento de los directos, lo cual resulta del todo injusto, ya que si bien impuestos indirectos como el IVA gravan a todos los ciudadanos por igual, independientemente de la renta de cada uno, los impuestos directos como el IRPF si tienen en cuenta esa progresividad a la que hace referencia nuestra Constitución.

Es evidente que las medidas adoptadas por éste y por el anterior gobierno de la nación no están funcionando, es más, nos están abocando a un inevitable colapso del sistema. La austeridad sin medidas paralelas de incentivación económica no han funcionado jamás. Hace escasos días, la ong Intermón Oxfan alertaba de que este tipo de medidas, que en su día se pusieron en marcha en América latina siguiendo los consejos del FMI, sumieron al continente en una ruina de tal magnitud, que no ha sido hasta 25 años después cuando han comenzado a vislumbrar una salida de esa situación de penuria económica y social.

A diario, grandes economistas de talla internacional alzan la voz para alertar del suicidio que supone para nuestra economía continuar con este tipo de políticas de austeridad. Se plantean por parte de los mismos medidas alternativas tales como la creación de una banca pública (mediante la intervención de alguna de las entidades en crisis), con objeto de que vuelva a circular el crédito y la financiación entre los ciudadanos y los pequeños empresarios. Reformas legislativas que tiendan a incrementar la progresividad de los impuestos estableciendo nuevos tramos y tipos más altos, así como creando nuevos impuestos que graven los niveles más altos de riqueza. Del mismo modo, recomiendan aumentar el salario mínimo interprofesional, igualar la fiscalidad de las rentas del capital con las del trabajo, la derogación de la actual reforma laboral, la prohibición de despidos en empresas con beneficios, el aumento de la contratación en el Sector Público, el fomento de la vivienda en alquiler y la paralización de los desahucios, una reducción drástica del gasto militar, un plan estratégico para cambiar el modelo productivo a otro basado en la promoción del mercado interno, la ayuda financiera al pequeño comercio para potenciarlo con respecto a las grandes áreas comerciales, y la puesta en marcha de sistemas de cogestión en las grandes empresas, donde sindicatos y trabajadores estén presentes en los consejos de administración de las mismas (modelo ya utilizado en Alemania desde hace décadas).

En definitiva, sin políticas destinadas al crecimiento permaneceremos inmersos en esta crisis económica durante décadas. La experiencia de países que ya se vieron con anterioridad en esta situación debe hacernos recapacitar sobre si la senda que estamos siguiendo es la correcta, aún estamos a tiempo de rectificar. Si 2013 es un año que debemos dar por perdido, aún podemos salvar 2014, es importantísimo que nuestros gobernantes se percaten cuanto antes de que aún es posible siempre y cuando se corrijan los errores pasados. Este país se ha visto en otras ocasiones en situaciones difíciles y hemos sabido salir airosamente de ellas, y con el esfuerzo de todos volveremos a hacerlo. Estoy seguro de ello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario