miércoles, 5 de agosto de 2009

Sobre linces y chapapote

Dice un viejo refrán que al perro flaco, todo se le vuelven pulgas. Pues bien, parece que una vez más a los pobres onubenses se nos condena poco a poco a perder el único tesoro con el que contamos, nuestro patrimonio natural.

Tenemos un entorno único e irrepetible. A nuestra magnífica Sierra, y a las cuasi-vírgenes playas podemos permitirnos sumar la joya de la corona: el inigualable Parque Nacional de Doñana.

Curiosamente, en los últimos días he tenido oportunidad de visitar estas tres maravillas, bueno, una pequeña parte de ellas, claro, y no podía dejar de preguntarme por el tiempo soportarían la presión a la que se ven sometidos por los intereses económicos, empresariales y especulativos que las rodean por todas partes.

Las playas de 90 km de arena blanca soportan a duras penas la incontenible invasión urbanística. La Sierra se ve seriamente amenazada por un proyecto esperpéntico de oloeducto, mientras que el Coto, el maravilloso y único Coto de Doñana, ahora se ve azotado por la plaga (que no peste) negra del chapapote.

¿Por qué nuestros dirigentes se empeñan en minimizar el impacto medioambiental producido? No es la primera vez (ni será la última) que cepsa produce un incidente como este. Lindando con el pre-parque existe una refinería que cada año vemos aumentar exponencialmente su tamaño. Paradojas de la vida, junto al mayor parque Natural de Europa y auténtico pulmón verde de ésta, se encuentra una de las mayores producciones de combustibles fósiles y por tanto responsable del cambio climático.

Doñana se nos muere, y no solo por este último atentado en forma de vertido, sino por mil razones más como son el aumento en varios grados en la temperatura media del planeta, por la subida del nivel de las aguas y la invasión del frente de salinidad sobre sus marismas, por la conmtinua desertización provocada por la esquilmación ilegal de sus acuíferos por los freseros, por los cambios de usos del suelo en toda la cuenca hídrica que aportaba agua dulce a Doñana, etc, etc, etc.

En fin, el ocaso de Doñana se acerca inexorablemente y la causa no será otra que la mano del hombre, aunque siempre se le podrá echar la culpa al chapapote.

Saludos enmascarados.

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